Me aficioné al balonmano poco antes de que el baloncesto empezase a desaparecer. De ese tiempo recuerdo que me parecía un juego difícil de comprender cuasi desconocido ya que no lo había mamado de pequeño pues en mi colegio nunca hubo balonmano.
A través de Álvaro comencé a ser voluntario en los partidos del Ademar durante mi periplo universitario. Primero acomodador, pasando por montador de pista, mopa hasta llegar a portero de entradas de acceso.
Cuando me escapaba, veía algunos minutos del partido correspondiente. Año excelso de Champions en el que estuvimos a punto de llegar a la final four de Colonia.
Hoy, en otro partido de Champions, ya sentado y como socio, veía un halo de esos recuerdos cuando en un partido vibrante se doblegaba a una máquina polaca que nos sacaba centímetros, presupuesto y plantilla.
El balonmano es puro espectáculo.